Esta semana publicaron en nuestro blog amigo Barcomedor, una interesante entrevista a la nueva editorial Libros del K.O. quienes nacen con el objetivo de recuperar el libro como formato periodístico. Pues bien, entre su interesante catálogo, podemos encontrar un libro sobre el Betis escrito por Antonio Luque (Sr. Chinarro).
Como bético de pro, me sorprendió y alegró muchísimo descubrir esta interesante obra sobre mi equipo. De seguro, Chinarro describe en ella de marea sublime la idiosincrasia del equipo de sus amores... y los míos. Por fin algo bueno, decente y bien editado que tenga relación con el Betis (creo que es lo primero que veo). Y he de decir en honor de la verdad que trabajé en el Centenario del club como maquetador de la horrible revista de la efeméride (pero entonces era un joven diseñador con los estudios recién acabados y obedecía órdenes).
El libro comienza hablando de las visitas infantiles del autor al
estadio Benito Villamarín y cómo fue tomando conciencia de los
comportamientos propios del fútbol y de la fauna bética. “Tampoco antes
había vida, y menos aún los domingos, sin chicles para las aceras,
gorras para calvos, transistores ceutíes, trompetas de plástico para
sordos o impotentes, banderas para anarquistas a tiempo parcial… No hay
vida ahora. No la hay”, escribe. En las páginas restantes, Antonio Luque
realiza un repaso por los acontecimientos más significativos del
beticismo, y los integra en su biografía personal, todo con el estilo
costumbrista y descreído que le caracteriza.
“Prescindí de la televisión. Hay una peña bética en Málaga.
Tienen un queso sabrosísimo: Ciudad de Sansueña es la marca. Hay
que cortarlo fino y saborearlo bien: el sobrepeso es un claro síntoma de
un abandono que hay que saber atajar a tiempo. Ignoro si en la peña
siguen fumando Ducados como enfermos mentales o lo dejaron ya. El
regusto de la mezcla del queso y el tabaco negro era tan horrible como
la decadencia del Betis tras aquello del Chelsea y la final de la Copa
de 2005: una decadencia paralela a la mía.”
“Me parece maravilloso que a pesar del lujo figurado de los
mármoles y los granitos, el quiosco volviera pronto a tener esa pátina
de taberna pobre y republicana quedan los bebedores verdaderos, esa
roña de la vida, ese paso de las jornadas futbolísticas y 28 de los
barriles de cerveza, ese ennegrecimiento atávico de los chorreones de
aceite, de las colillas de cigarros preñados de esencias mágicas. Es
como si lo auténtico fuese tan difícil de camuflar o de erradicar como
un escape radioactivo.”
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