La playa del Palmar se conserva virgen aún siendo una de las más grandes de la comarca. Posee unas olas que la hacen ideal para la práctica del surf. Resulta muy interesante la subida hasta el faro de Trafalgar, situado en un extremo de la playa y en el que existe una placa que describe la batalla que sucedió a pocas millas de él. Recordemos que este cabo da nombre a una de más famosas plazas londinenses, la cual preside el Admirante Nelson.
Paseando por sus estrechas calles, llenas de macetas, arriates y fachadas encaladas, uno siente perderse en un laberinto del que ni sabe salir ni quiere. De repente, el Fauno vejeriego te deja escapar de él para contemplar un mirador desde el que se divisa el mar y, en días claros, hasta la costa africana.
El pueblo está salpicado de rincones con un encanto especial y que guardan ese sabor romántico que Washington Irving descubrió en su ruta. Existen varias barberías decimonónicas en las que aún se utilizan bacías como la que tomó Don Quijote cual yermo.
Las plazas de Vejer con sus fuentes, invitan al paseante a sentarse a descansar, asimilar toda la belleza y refrescarse un poco antes de seguir su camino hasta la iglesia del convento de la Concepción o la torre del Mayorazgo.
En definitiva, Vejer de la Frontera es un trocito de esa Andalucia típica y tópica pero a la vez auténtica, de la que ya nos queda poca.
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