A mi me encanta este tiempo en el que las tardes son más largas, las mangas de la camiseta más cortas y quedas con los amigos para tomar cervezas y caracoles.
Aquí está la receta, por si os atrevéis con ella (seguro que es mejor que la franchute y más barata).
Preparación: dejar los caracoles 2 ó 3 días en un cubo con harina. Lavarlos con agua, un puñado de sal y vinagre para que suelten las babas. Repetir 2 veces. Enjuagarlos 3 ó 4 veces con agua clara.
Poner los caracoles limpios en una olla a fuego muy lento y cubrir de agua. Espumar. Una vez estén cocidos, escurrirlos y reservar.
Añadir a una olla limpia los caracoles, la muñequilla de especias de caracoles, una cucharada de sal, un vaso de caldo de ave, 3 dientes de ajos crudos machacados, hierbabuena y cubrir todo con agua. Dejar cocer 30 minutos y servir con un chorrito de aceite de oliva por encima.
La vida del caracol trascurre en absoluta lentitud; si durante su existencia carece de toda velocidad de movimientos, cuando se incorporan a la olla debemos armarnos de paciencia para esperar un resultado satisfactorio. Una vez concluido el proceso, comerlos no volverá a ser una rauda tarea. Uno por uno, el incesante sorbetear extraerá el alimento. El caracol juega con nuestra avidez desde el primer minuto y con su parsimonia habitual saciará nuestro apetito.
Miguel Pérez Cañavate, La Cocina de Cantillana
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