viernes, 11 de mayo de 2012

EL tiempo de los caracoles

Con la llegada del mes de abril comienza una etapa gastronómica en Andalucía llamada "El tiempo de los caracoles". Esta costumbre consiste en, coincidiendo con la llegada del buen tiempo, salir a las terrazas de los bares recién regadas, desprendiendo ese agradable e inconfundible olor primaveral a tierra mojada, cuando la tarde empieza a transformarse en noche y pedir la tapa típica de temporada, caracoles o cabrillas, acompañados de una cerveza fresquita. Como en todos los entresijos que hacen que la vida no sea una monótona rutina, aquí también hay entendidos y expertos en decir dónde se pueden degustar los mejores caracoles, hasta cuando no se pueden comer (generalmente estos afirman que hasta que no pase la Feria de Abril de Sevilla), criticando duramente a quienes se atreven a pedirlos con anterioridad, ya que aún son muy pequeños, tienen tierrecilla, están muy blandos, etc.

A mi me encanta este tiempo en el que las tardes son más largas, las mangas de la camiseta más cortas y quedas con los amigos para tomar cervezas y caracoles.

Aquí está la receta, por si os atrevéis con ella (seguro que es mejor que la franchute y más barata).

Ingredientes: 3 kg. de caracoles, una muñequilla de especias de caracoles (pimienta, comino, cilantro y cayena guindilla muy molidos), un vaso de caldo de ave, tres dientes de ajos, unas hojitas de hierbabuena, dos o tres cucharadas de aceite de oliva y sal.

Preparación: dejar los caracoles 2 ó 3 días en un cubo con harina. Lavarlos con agua, un puñado de sal y vinagre para que suelten las babas. Repetir 2 veces. Enjuagarlos 3 ó 4 veces con agua clara.

Poner los caracoles limpios en una olla a fuego muy lento y cubrir de agua. Espumar. Una vez estén cocidos, escurrirlos y reservar.

Añadir a una olla limpia los caracoles, la muñequilla de especias de caracoles, una cucharada de sal, un vaso de caldo de ave, 3 dientes de ajos crudos machacados, hierbabuena y cubrir todo con agua. Dejar cocer 30 minutos y servir con un chorrito de aceite de oliva por encima.



La vida del caracol trascurre en absoluta lentitud; si durante su existencia carece de toda velocidad de movimientos, cuando se incorporan a la olla debemos armarnos de paciencia para esperar un resultado satisfactorio. Una vez concluido el proceso, comerlos no volverá a ser una rauda tarea. Uno por uno, el incesante sorbetear extraerá el alimento. El caracol juega con nuestra avidez desde el primer minuto y con su parsimonia habitual saciará nuestro apetito.

                                                                                      Miguel Pérez Cañavate, La Cocina de Cantillana

No hay comentarios:

Publicar un comentario